«La caída de un Gobierno en Italia es un fenómeno tan habitual (duran una media de 13 meses desde la II Guerra mundial) que en Bruselas suele pasar desapercibida. Pero la defenestración del primer ministro, Mario Draghi, puesta en marcha por sus proprios aliados de coalición, llega en un momento de enorme tensión geoestratégica con Rusia. Y en la capital comunitaria se teme que Italia, la tercera economía de la zona euro, se convierta en un punto vulnerable de la estrategia frente a Moscú o, en el peor de los casos, en un caballo de Troya al servicio del presidente ruso, Vladímir Putin.
La participación en el derribo de Draghi del grupo popular, el mismo al que pertenecen la presidenta de la Comisión Europea y la presidenta del Parlamento Europeo, ha provocado además estupor en las filas socialistas del Parlamento Europeo. “Es un desastre para Italia, pero también para Europa y todo esto con la complicidad del Partido Popular Europeo [PPE]”, acusa la eurodiputada Iratxe García, líder del grupo parlamentario socialista en la Eurocámara.
García culpa al grupo popular europeo, liderado por el eurodiputado alemán Manfred Weber, de haber alentado las maniobras de su correligionario Silvio Berlusconi para arrebatar el Gobierno a Draghi. Finalmente, el apoyo del partido de Berlusconi, Forza Italia, ha sido clave para que la ofensiva orquestada por La Liga de Matteo Salvini y por los grillinos del Movimiento 5 Estrellas haya logrado poner fin al período Draghi. “¿Hoy también va a aplaudir la posición que ha tomado su partido en Italia?”, se pregunta la eurodiputada socialista sobre la actitud de Weber favorable a Berlusconi.
La Comisión Europea, presidida por la popular alemana Ursula von der Leyen, se mantuvo el miércoles al margen de la crisis política en Roma. “La Comisión nunca comenta los acontecimientos políticos en los Estados miembros”, señaló el portavoz oficial del organismo. “La presidenta Von der Leyen ha enfatizado repetidamente la cooperación estrecha y constructiva con el primer ministro Mario Draghi y desea continuar esa cooperación con las autoridades italianas en todas las políticas y prioridades de la UE”, añadió la misma fuente.
Bruselas ha tenido en Draghi ― que ha anunciado en el Parlamento que se dispone a dimitir este mismo jueves ― un fiel guardián de la ortodoxia política y económica. Y el expresidente del Banco Central Europeo ha gozado de la confianza de Berlín y París, que siempre han visto en él un referente, sobre todo, en temas económicos. Su presencia al frente del Gobierno italiano ofrecía, además, cierta garantía sobre la ejecución del plan de recuperación y de las profundas reformas requeridas a cambio de 191.400 millones de euros en subvenciones y préstamos.
Roma ya había logrado bajo el mandato de Draghi la entrega de un primer tramo de 21.000 millones. Y el mes pasado, solicitó el segundo pago, por otros 21.000 millones. Pero la previsible caída del Gobierno puede dejar en el aire el cumplimiento de las condiciones incluidas en el plan de recuperación. La tarea pendiente es enorme porque Italia solo ha completado hasta ahora el 10% de los hitos y objetivos pactados con Bruselas, frente al 13% de España (que ya ha logrado la luz verde para el segundo pago) o el 22% de Francia (que va por el primer pago).
A la inquietud por la estabilidad económica de Italia, que previsiblemente pesará mucho sobre las decisiones del Banco Central Europeo de este jueves, se añade la preocupación creciente en Bruselas por los vínculos estrechos de buena parte de la clase política italiana con el Kremlin. Los dos partidos más implicados en provocar la caída de Draghi, La Liga de Matteo Salvini y el Movimiento 5 Estrellas, se han mostrado muy comprensivos tradicionalmente con las políticas de Vladímir Putin.
Salvini llegó a preparar un viaje a Moscú en plena guerra, que no pudo realizarse. Y el que fue líder del Movimiento y hasta hace poco ministro de Exteriores, Luigi Di Maio, abandonó en junio la formación por la negativa de los grillinos a enviar armas a Ucrania para que se defienda de la invasión rusa.
Fuentes diplomáticas europeas apuntan desde hace semanas que Italia se está convirtiendo, además, en el puerto de entrada de las teorías presuntamente académicas y neutrales que cuestionan la posición de la UE en la guerra de Ucrania. El argumentario difundido de manera reiterada en ciertos medios italianos alienta la teoría de que las sanciones europeas contra el Kremlin son un daño autoinfligido a la economía europea que no hacen mella en la potencia de fuego ruso.
Dependencia energética de Moscú
Italia es vista en Bruselas como el talón de Aquiles más frágil para la unidad de la UE en la resistencia contra Putin. El país transalpino, sin centrales nucleares ni carbón, tiene una dependencia energética del exterior de más del 70% y los hidrocarburos rusos cubren más de la quinta parte de su consumo energético total. Italia importa casi el 93% del gas natural consumido (porcentaje mayor que el de Alemania) y ese combustible supone el 45% del consumo energético del país.
Bruselas teme que la opinión pública de países como Italia o Hungría se vuelva en contra de las sanciones a Rusia si la guerra en Ucrania se prolonga y Moscú corta el suministro de gas en represalia por las sanciones europeas. De momento, la Comisión Europea ha propuesto un recorte voluntario del 15% del consumo de gas en todos los países de la UE. Pero Bruselas no descarta imponer ese recorte si el ahorro voluntario no da el resultado esperado.
Un reciente sondeo del centro de estudios European Council on Foreign Relations (ECFR) ya mostraba en junio que Italia es el país de la UE con el menor apoyo a Ucrania. Solo el 56% de los italianos, según la encuesta, considera a Rusia culpable de la guerra frente al 80% de la media europea; y solo el 39% cree que Moscú es el principal obstáculo para la paz, mientras en Europa lo piensa el 64%. En Italia, el 28% culpa del conflicto a Estados Unidos, una cifra que se queda en el 9% en los otros países del sondeo.
A pesar de su opinión pública, Draghi se había puesto al frente de las iniciativas para plantar cara al Kremlin y fue el primer líder de un país grande, por delante de Alemania, Francia o España, que secundó sin ambages la petición del presidente ucranio, Volodimir Zelenski, para que su país fuera reconocido como candidato al ingreso en la Unión Europea. La caída de Draghi dejaría a Bruselas sin un puntal y a Kiev sin un valioso aliado.»
Bernardo de Miguel para El PAÍS